Capítulo 10 - El precio de la vida

Ignis

​Mia se observaba a sí misma, permanecía de pie con una maleta junto al tren, la estación estaba vacía entre las penumbras del amanecer, solo podía divisar, junto al andén donde estaba, un viejo TGV, aunque la niebla lo recorría todo, era sin duda la estación del Norte en Paris, en el barrio de Saint Martin.

​Siempre quiso ir a Paris, cruzar el mar en su compañía y visitar aquella magnífica estructura de metal construida a mediados del siglo XIX. Miles de vigas de metal y preciosos arcos de acero entrecruzados formando un gigantesco templo para celebrar la conquista de las comunicaciones. Pero hacía tiempo que había abandonado la idea, quizás ahora París no fuera más que un puñado de escombros, pero se alegraba de estar allí y ahora.
 
Mia le estaba hablando –que extraño, YO soy Mia- pensó por un instante. Estaba resplandeciente con su ligero traje blanco de algodón a juego con unos brillantes zapatos de charol y delicados guantes de cuero en el mismo color.
 
-Te tengo que dejar, pensé que tendríamos más tiempo, pero debo partir. Puede que me eches de menos pero debes seguir adelante. En el fondo yo siempre te tuve envidia, ¿sabes?, tu crecerías con el tiempo, triunfarías y resplandecerías, mientras que yo… bueno, posiblemente hubieses acabado odiándome.  Quizás si lo piensas bien, es lo mejor.
 
Le miro con tristeza intentando, contener las lágrimas, se giro, cogió la maleta y se subió al vagón por la primera puerta a su alcance. Poco a poco la neblina se hizo más densa y un  lejano silbato de partida comenzó a sonar más y más fuerte.

***

​Mía se sobresalto, abrió los ojos y la luz le cegó de nuevo. Pero ahora era muchos peor, un intenso y punzante dolor le quemaba la piel y las entrañas. Estaba metida dentro de lo que parecía una caja de cristal, seguía sin poderse mover ni gritar, algo metido en su garganta se lo impedía, mientras, un agudo pitido electrónico le taladraba los oídos.
 
Comenzó a mover los ojos en todas direcciones, apenas podía mover el cuello, parecía algún tipo de cámara de aislamiento. Distinguía a varias figuras más allá de la mampara pero  no podía distinguir sus caras. Como pudo intento emitir algún sonido de aviso, el dolor era insoportable, necesitaba que desapareciese o iba a volverse loca.
 
Consiguió ver su reflejo en el techo de cristal y pudo distinguir con horror que no tenía pelo, su aspecto era terrible, su cabeza estaba completamente repleta de llagas, o mejor dicho, ya no tenía piel. Su cuerpo estaba en carne viva y sabía por qué: eran los efectos de la radiación.
 
Comenzó a respirar rápidamente mientras un miedo atroz recorría su cuerpo, conocía los síntomas que produce el envenenamiento por radiación: pérdida de pelo, diarreas, fatiga, náuseas, vómitos, quemaduras de piel, etc… podía sentirlos todos y también la inminencia de la muerte, cuando las células intestinales que se dividen rápidamente fallaran sus horas estaban contadas.
 
Hacía poco más de un año realizó un reportaje sobre una familia que rebuscando en la basura de un vertedero clausurado se precipitó en un viejo deposito ilegal de residuos radioactivos quirúrgicos. Cuando llegó al hospital la primera vez para hacer el reportaje solo daba la impresión que hubiesen estado demasiadas horas al sol, los dos niños jugaban y reían dando vueltas por la habitación, mientras que el padre maldecía su suerte y exigía el alta para evitar la factura médica que a buen seguro no podría pagar mientras amenazaba con denunciar al ayuntamiento.
 
Cuando regreso una semana más tarde sus cuerpos yacían sobre mantas ensangrentadas y sucias por los fluidos corporales y la descomposición de la carne, su aspecto parecía el de los suicidas budistas que se inmolaban quemándose con una lata de gasolina. Apenas tuvo tiempo de grabar unas escenas antes de salir corriendo al lavabo a vomitar ante la dantesca escena y ahora el destino le devolvía su peor cara.
 
-Señorita Mia, ¿me escucha?,- Mia asintió torpemente con la cabeza
 
-Hemos localizado a su padre, está aquí con usted desde hace cuatro días. Pudimos localizarle gracias a la denuncia que interpuso por su desaparición hace una semana. Al cruzar los datos de la petición de información que curso el hospital sobre personas desaparecidas con la policía y advertir de que usted era periodista pudimos por fin resolver su identidad.- Otra figura se acercó  a la manpara de cristal
 
-Hola mía ¿Cómo te encuentras? Ya verás como encontramos una solución.
 
Reconoció rápidamente a su padre y una angustia insoportable aplastó su garganta. No podía imaginar cómo estaría sufriendo al verle con ese aspecto. Su cara de falsa tranquilidad y complacencia la conocía perfectamente. Su rostro pálido y ojeroso, junto con la barba sin afeitar en varios días aun delataban más su pena. Conocía perfectamente esa faceta de su padre. La recordaba perfectamente de hacía ocho años, cuando mama, -Belian su querida mujer- estuvo hospitalizada durante los últimos quince días de su vida y le acompaño sin moverse de aquella habitación de hospital ni un solo segundo.
 
-Maldito destino- pensó Mia, no recordaba nada de hacía cinco días, pero se acordaba perfectamente de cuando murió su madre: la última epidemia de virus sintéticos esparcida por un grupo terrorista pro derechos civiles.
 
–Y ahora yo te hago esto, no es justo.- rabiaba por dentro de dolor y tristeza
 
-Por favor mía escucha al doctor, es importante. Sé que te he fallado y lo siento de corazón. Por desgracia tu seguro no cubre ya los gastos médicos, al parecer la letra pequeña dice nosequé sobre que no cubre tratamientos sobre exposición a radiación…malditos hijos de perra!!!- dijo en voz baja apretando los dientes
 
-He usado mis ahorros para mantener los cuidados médicos hasta que despertaras pero me temo que ya no me queda más, lo siento de verdad, pero debes escuchar al doctor, tu situación es crítica pero si das tu consentimiento pueden salvarte.
 
Paró un instante para tomar aire y limpiar sus húmedos ojos. Era consciente de que debía convencerla. Mia estaba asustada, muy asustada pero por encima del dolor físico que la atormentaba, ver el rostro de su padre destrozado y ahora también arruinado por su culpa aún le dolía más. La injusta muerte de su madre fue un duro golpe para el y ahora ella se enfrentaba a correr la misma suerte. Sabía que lo que le iban a decir no le gustaría nada, pero  lucharía con todas sus fuerzas.
 
-Hola Mia, que alegría que podamos volver a hablar.- De nuevo el peor actor en la historia de la medicina volvía a entrar en escena con su forzada sonrisa y su tono condescendiente
 
-Me temo que por desgracia, un desafortunado malentendido en las cláusulas de su seguro impide que pueda hacerse cargo de su tratamiento.
 
-“Malentendido”… serás hijo de puta, -pensó. Sabía perfectamente que los seguros médicos obligatorios no servían para nada desde el colapso de Medicare, eran solo una excusa para descontarte parte del sueldo. Si tenías una enfermedad grave sabías perfectamente que si no disponías de dinero ahorrado solo podías ser alimento de los gusanos.
 
- Por suerte su bondadoso padre se ha hecho cargo de todos los gastos hasta el momento, pero me temo que el colapso de sus órganos vitales es inminente, su aparato digestivo ha fallado de forma irreversible y es cuestión de horas… pero bueno no se asuste, hemos encontrado una solución satisfactoria, ¿Es usted una mujer con mucha suerte? Sonrió
 
-Serás cabrón, me estoy descomponiendo como una hamburguesa al sol mientras me muero de dolor y  ¿dices que tengo “suerte”?. Supongo que cuando le amputas las piernas a alguien le dices: “¡Qué suerte tiene, ya no tendrá que preocuparse por comprarse zapatos!”- Si las miradas matasen, los atormentados ojos de Mia habrían fulminado a aquel tipo en el acto.
 
-Hemos contactado con las oficinas centrales de nuestra matriz en el continente para intentar buscar una solución satisfactoria a su problema. Por suerte para usted, el programa de desarrollo de Inteligencia Artificial Bio-Quantica de la filial de súper computación de Cobain-Suzuka estaría dispuesto a hacerse cargo de manera desinteresada en su transición a un nuevo cuerpo cultivado.
 
-Si seguro que “desinteresadamente”, cada vez actúas peor maldito imbécil. – Pensó ella mientras una fuerte angustia le ocasionaba unas terribles arcadas.
 
-Ahora bien, como imaginará semejante proceso lleva consigo unos costes elevadísimos que no podemos asumir a causa de las leyes de Protección del Capital Privado para la Estabilidad Ciudadana por mucho que lo deseemos. Debemos cumplir la ley por el bien de la comunidad y nuestra responsabilidad en aras de dar ejemplo-– Casi le dolía físicamente al doctor Alba decir semejantes mentiras, por mucho que las dijera, no se acostumbraba a su propio patetismo.
 
-¡Pero tenemos una solución perfecta, que estoy seguro le encantará!- Entre las drogas que a buen seguro le habían inyectado y su desesperación ya no tenía nada claro si estaba delante de un médico o un vendedor de muebles a plazos.
-Hemos evaluado su currículum y ¡es usted una candidata perfecta!. Inteligente, joven, elevado cociente intelectual, profesional competente y con experiencia… Verá, el departamento de desarrollo de Inteligencias Bio-Quanticas, transfiere conciencias humanas en avanzados contenedores sintéticos donde las neuronas orgánicas son reemplazadas por eficientes neuronas artificiales, las cuales además, potencian sus habilidades y la interconectan digitalmente con toda clase de dispositivos… es un poco complicado, pero no se preocupe ya se lo iremos explicando.
 
Ahora si estaba realmente preocupada, sabía perfectamente lo que le estaba proponiendo Jerry Lewis. Inmóvil y endolorida escuchaba con lágrimas en los ojos, mientras su padre al otro lado del cristal intentaba también fingir serenidad y confianza.
 
-Nuestra corporación, tras una adecuada transición, “alquila” dichas conciencias experimentales, implantándolas en ciertos clientes muy especiales o trabajadores de nuestro consorcio para potenciar sus habilidades y de paso estudiar los mejores métodos para mejorar dicha tecnología.
 
-Si hiciésemos este proceso con usted, en cinco años quedaría amortizado el desembolso de la intervención y le ofreceríamos un nuevo cuerpo cultivado donde trasladar su conciencia sintética en cómodos plazos.- Sonrió nuevamente para mostrar su perfecta dentadura de cerámica y titanio.
 
-“…quedaría amortizado”, que manera más bonita de decir “saldarás tu deuda con nosotros, desgraciada”- pensó. Lo que Jerry no le estaba diciendo y ella sabía perfectamente era que solo una de cada dos personas llegaba a sobrevivir al proceso.
 
Muchos morían en la transición o se volvían locos y eran “desconectados”. Los centros de experimentación de Inteligencia Artificial se valían de miles de pobres desgraciados que no se podían pagar un tratamiento que salvara sus vidas para fabricar Inteligencias Artificiales Humanas (HAIs). Resultaban mucho más baratas de producir que los súper ordenadores cuánticos, difíciles de programar y construir en comparación con estas inteligencias mixtas basadas en reproducir mentes humanas y conectarlas a sistemas electrónicos.
 
Pese a los riesgos era la única solución para los afortunados a los que se les proponía, era eso o la muerte. Ahora, para Mia, estaba claro que era una oferta que no podía rechazar y lo sabía. Tendría que firmar con el Diablo para seguir viva. Y hoy Satán se había disfrazado con aspecto de payaso patético.
 
-¿Señorita?, ¿Señorita Mayer? Por favor, si me entiende parpadee dos veces, por desgracia no  queda mucho tiempo.- Mia parpadeó.
 
-Muy bien. Ahora,  un dispositivo situado delante de usted, sobre el pie de la cama proyectará sobre su retina las condiciones del acuerdo, por favor no mueva la cabeza durante la proyección y léalas atentamente. - Como si los títulos de crédito de una película se tratara, las clausulas comenzaron a recorrer un espacio aproximadamente a la altura de su pecho en un color rojo bermellón mientras una voz neutra lo leía sin tomar aliento. Era una formalidad sin importancia y sin posibilidad de elección así que nadie se molestó nunca en asegurar un tiempo de lectura adecuado.
 
-¿Desea volver a leerlo señorita Mayer?, parpadee una vez para no, dos para sí. – Mia parpadeo una vez.
 
-Estupendo, ahora le haré dos preguntas claras, el sistema de garantías contractuales grabará su iris con sus respuestas. Parpadee una vez para no y dos veces para si.- El doctor Alba hizo una breve pausa nerviosa y continuó.
 
 -¿Ha entendido las condiciones del acuerdo?
 
Mia parpadeo dos veces.
 
-¿Desea que tal acuerdo se lleve a cabo en las condiciones expresadas?
 
Mia parpadeo dos veces y una lágrima se deslizó lentamente por su mejilla, tornándose más y más roja a medida que descendía, hasta que a la altura del labio quedo indistinguible entre aquella carne supurante y moribunda.

​© Belén Higueras – J.F. Alonso