Capítulo 12 - Piensa y contesta

-Hola mía,  ¿Qué tal?
 
Se escuchó una voz femenina a través de un altavoz. Una mujer con bata blanca y pelo rubio con coleta saludaba a Mia desde el otro lado de la mampara. Cuando la muchacha movió los ojos hacia ella, continuó hablando.

 -Soy Ayshane Kournikova, la doctora  que te asistirá  en esta  operación.  Supongo que estás un poco nerviosa pero no te preocupes,  vamos a poner a tu disposición  la mejor tecnología existente para que pronto puedas estar de nuevo en la redacción de tu periódico y puedas seguir escribiendo tus increíbles columnas.
 
La voz de aquella mujer era mucho menos forzada, pensó Mia, obviamente se había esforzado más en sus clases de teatro.
 
-Bien, ahora vamos a escanear tu actividad cerebral para poder comunicarnos contigo durante la operación. Para conseguirlo te voy a realizar una serie de preguntas básica.
No te molestes en hablar, solo tienes que pensar la respuesta correcta, nosotros observaremos como responde tu cerebro, concretamente el área de Broca y leeremos la respuesta en tus señales nerviosas, así comprenderemos la actividad de tu cerebro al recrear algunas palabras básicas para poder comunicarnos.- Hizo una pequeña pausa mientras miraba unos monitores y hacía gestos casi imperceptibles con las manos.
 
-Después, una vez comencemos, podremos comunicarnos contigo sin que muevas un solo músculo, puede que te parezca un poco extraño pero es un sistema muy eficaz.
 
Aquello no le sorprendió a Mia, hasta los niños jugaban en la “nube de diversión” a aplicaciones que controlaban únicamente pensando los movimientos, así que conocía el procedimiento.
 
-Mia, si te parece bien comencemos:
 
¿Eres una mujer?
¿Eres un hombre?
¿Estás a punto de ser operada?
¿Estás en un hospital?
¿Cuántos años tienes?
 
Toda una serie de preguntas se sucedieron y repitieron durante casi 15 minutos hasta garantizar la detección de las respuestas de manera acertada. Apenas era un vocabulario de casi 30 palabras, pero suficientes para garantizar una comunicación fluida
 
La larga serie de preguntas y observar como el sistema funcionaba, tranquilizo a Mia. Al cabo de unos minutos, todo se transformó en una rutina sencilla y agradable en la que se comunicaba sin problemas con la doctora Kournikova, aquello le infundió cierta serenidad y confianza.
 
-Muy bien, ahora que ya podemos comunicarnos con fluidez vamos a iniciar la primera fase de la intervención, ¿Estás lista periodista?-  Sí, pensó la joven.
 
-Muy bien, ahora procederemos a realizar unas incisiones pequeñas en la base de tu cráneo. Escucharás unos ligeros sonidos mecánicos y sentirás una pequeña vibración, pero no te preocupes, no te dolerá en absoluto. –Gracias por recordármelo, pensó.
 
-Si en algún momento durante la intervención sientes dolor, no dudes en avisarnos al instante, lo único que tienes que hacer es centrarte en solo pensar las palabras “me duele”, “me duele”. Ahora, si lo has comprendido, comencemos.- Kournikova, realizó otro pequeño gesto.
 
Cuando los pequeños discos dentados comenzaron a sonar a toda velocidad en los brazos robóticos, Mia se asustó. Sus constantes vitales se dispararon, pero el equipo detrás de la mampara reaccionó rápidamente y lo último qué escucho instantes después fue: “Mia, durante unos minutos vamos a desconectar tus canales auditivos para que te sientas más relajada”, “¿Deseas escuchar un poco de música mientras tanto?”
 
-“No” pensó Mia, no estaba ahora para una selección musical de ascensor, lo último que le apetecía escuchar antes de morir no eran las cuatro estaciones de Vivaldi. Esto no iba a ser una escena de Soilent Green.
 
La doctora no le mintió, solo sintió una ligera vibración durante unos 15 minutos, pero nada más, se sentía un poco mareada, pero flotaba, flotaba en un mar de agua tibia.
 
El proceso resultaba realmente bastante relajante pensó.
 
-Bueno, si tengo que morir al menos no sufriré más. -Paradójicamente, era posible que hubiese muerto de un shock si hubiese visto los siguientes pasos de alguna manera.
 
Un complejo sistema de brazos motorizados que parecían sacados de una cadena de montaje. Dotados con todo tipo de mecanismos prensiles, de corte o diodos láser de precisión nanométrica que iban seccionando partes de su cráneo para luego retirarlas con sumo cuidado.
 
Mientras, diferentes sistemas de aspiración iban drenando los fluidos y pequeños robots parecidos a diminutas arañas iban cauterizando las pequeñas heridas y las hemorragias más problemáticas que se iban produciendo durante la intervención.
 
-Tranquila, es casi, cómo quitar una cáscara de huevo poco a poco, solo que este debía permanecer crudo en todo momento. – recordaba Mia de un reportaje en la nube del conocimiento.
 
Cada vena y cada vaso significativo para el sistema circulatoria  debía ser desviado y conectado aún sistema de bombeo qué garantizarse el continuo flujo oxígeno y nutrientes necesarios a su cerebero.
 
A la vez que se iban suprimiendo partes de su cráneo, se iba añadiendo un complejo sistema de placas porosas que proveía mientras tanto de soporte al cerebro y los nervios en las zonas donde quedaba expuesto.
 
Esto se conseguía con pequeñas impresoras 3D que iban generando dicha estructura en un polímero hipoalergénico a medida que se cortaba el hueso y se desprendían los tejidos, conformando una estructura aérea sustentada con unas pequeñas varillas de acero inoxidable ancladas a la cabeza de la camilla.
 
En algunos momentos Mia sentía un pequeño cosquilleo, cómo ligeras punzadas de dolor, pero en general era un proceso relativamente inocuo, las punzadas y el hormigueo que sentía eran el resultado de algunos de los procesos de “seccionamiento”.
 
Pero poco a poco, inexplicablemente para Mia, las sensaciones de angustia, miedo, calor o frio desaparecieron.
 
La razón era realmente sencilla: a medida que el aporte de fluidos que llegaba a su cerebro era sustituido por sangre “limpia”, del sistema de bombeo artificial, las sustancias como la adrenalina o la dopamina, que generamos en los diferentes órganos, como los riñones, el hígado o el páncreas desaparecían.
 
Muchas de las sensaciones que experimentamos son causadas tanto por los nervios periféricos, como por los neurotransmisores y cientos de sustancias que activan o desactivan las diferentes formas en las que sentimos.
 
En ausencia de ellas Mia era una especie de ser neutro.
 
La muchacha no supo cuánto tiempo había pasado, cuando la doctora por fin le anuncio que la primera fase había terminado.
 
Para entonces la voz de la doctora ya era muy familiar para ella. Tras los primeros cortes, los brazos robóticos introdujeron en el canal auditivo unos pequeños interfaces bio-digitales que puenteaban los nervios del oído enviando directamente la voz de la doctora a su cerebro durante toda la operación.
 
En todo momento ella no había dejado de hablarle para cerciorarse del perfecto procedimiento, en el que a través de una batería de preguntas y comentarios aparentemente banales, el equipo se cercioraba de no estar causando daños en lel tejido cerebral de la joven.
 
En algunos momentos de la intervención, el sistema de detección de voz se activaba por error y Mia escuchaba a los diferentes cirujanos y técnicos de todo tipo que estaban repartidos en la sala.
 
Hablaban, sobre tejidos, nervios, vasos sanguíneos, capilares o concentración de hormonas, iones, glucosa y toda una infinita serie de términos médicos que le era imposible entender.
 
 Pero que en cierta manera le resultaba tranquilizador y relajante, sentía como que les espiaba y realmente tenía mucha curiosidad, propia de una periodista como ella.
 
A veces cuando se activa el sensor del micro de la doctora,  podía escuchar también las conversaciones de fondo entre el resto del equipo. Hablaban de cosas triviales, de sus vacaciones, de las facturas del colegio de los niños, etc. Aquello acabó resultando realmente entretenido, deseaba que aquellos tipos hablaran en voz alta para poder “captar” sus conversaciones, era algo casi furtivo que era claramente compensado con lo que le estaban haciendo a ella.
 
-Muy bien Mia, hemos terminado la primera fase. Ahora vamos a dejar que duermas un poco, de acuerdo?
 
Para entonces Mia ya no era ella, tal como podríamos entenderlo. Si hubiese podido observar lo que estaba ocurriendo, quizás hubiese experimentado un trauma psicológico imposible de reparar.
 
 Su cabeza ya no existía, tan solo era un cerebro sustentando en el vacio por una frágil estructura de polímero poroso recubierto de una sustancia gelatinosa de base acuosa que preservaba las meninges sin dañarlas.
Tan solo quedaban conectados los nervios ópticos de los ojos y unos sensores qué hacían las veces provisionales de oídos. La columna vertebral estaba completamente seccionada por encima de la vertical cervical C1 y ya nada procedente de su columna espinal alcanzaba la base de su cerebro.
 
Su cuerpo reposaba muerto y completamente intubado por unos circuitos que ya no tenían necesidad de mantener sus funciones vitales y que ya habían cesado en su funcionamiento
 
En unos minutos la anestesia introducida en el sistema nervioso a través de una serie de pequeños vasos comunicantes la durmió. Cuando se cercioraron de que estaba inconsciente, un haz laser corto y cauterizó rápidamente los nervios ligados a los ojos.
 
Una serie de robots procedieron a entrar en la sala para limpiarlo todo y la camilla qué sostenía su cuerpo se deslizo sola directamente a la incineradora.
 
Ya no había marcha atrás posible. 

Cuando despertara solo sería una máquina metida en la cabeza de alguien esperando pangar algún día la deuda con el hospital.

© Belén Higueras – J.F. Alonso

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