Gabriel llegó con unos minutos de retraso, el restaurante elegido, “La renaissance du plaisir” era lo que se podría decir un local muy exclusivo en el sentido más vergonzosamente estricto de la palabra. Aquel local decorado con auténticos muebles Luis XV y salas arrancadas literalmente al palacio de Versalles con el objeto de pagar la última guerra de sucesión en el Frente Nacional, sencillamente olía a caoba, jazmín y envida por partes iguales. Sabía perfectamente que una sola cena en ese lugar le podía costar los ahorros de tres meses en el mejor de los casos, aunque también sabía que no iba a pagar. La elección de estos lugares insultantemente caros y repletos de seres que no se habían esforzado lo más mínimo por ganar el dinero con el que abonaban las cuentas, era para Katia un juego con el que hacer sentir incómodo a Gabriel, y eso le gustaba tanto como un buen masaje en los pies. Era uno de esos lugares perfectos, exquisitos, con la temperatura exacta, la música en directo de un cuarteto de maestros tocando a Johann Sebastian Bach y unos platos cuya degustación solo era comparable a experimentar un orgasmo. Se podría decir que volatilizando a los clientes y unos camareros demasiado pendientes de dejar claro a los comensales que eran sus esclavos más atentos y fieles, aquel lugar era lo más parecido al comedor del cielo. Ese juego de incomodidad y placer deleitaba a Katia, sin ser inmune al ridículo elitismo y falsedad de los tipos habituales que iban a aquel restaurante, el extremo detalle y delicadeza de aquel lugar le gustaba. Además era como jugar un partido con Gabriel en terreno propio, rodeado de fieles perros de presa dispuestos a despedazarlo solo con chasquear los dedos… y eso si que le producía un placer indescriptible. Nada más bajar del coche Mia tuvo que pasar a modo “Oculto”. En el laboratorio la habían entrenado bien, sabía que si se acercaba a menos de 10 metros de la recepción del restaurante con ella operando con todos sus sistemas activados estaban literalmente muertos. El sistema de escáner defensivo del restaurante hubiese detectado sus equipos bioelectrónicos no registrados ni autorizados para estar cerca del tipo de personas que frecuentaban el local, activando sin mediar advertencia las Gatling guiadas por SPCs (sistemas de protección corporativa). En 5 segundos 3000 proyectiles de tugsteno de 4.56 a 1.200 mts les habrían dejado listos para ser recogidos con una fregona. Sin preguntas, todo legal y amparado en la Ley Antiterrorista para la protección de ciudadanos patriotas. Mia en esas circunstancias tan solo podía acceder a los datos sensoriales de Gabriel, toda conexión con el exterior se cortaba y sus dispositivos cuánticos quedaban ocultos a través de una compleja tecnología militar incorporada que los hacían invisibles a casi todos los escáneres de rayos X, PET y eco-emisiones. En esos momentos, su cerebro bio-cuántico, en una necesidad casi irrefrenable de sentir aumentaba sus esfuerzos por solaparse con los canales sensoriales de Gabriel y aferrarse a la realidad. Poco a poco tenía la sensación de experimentar los sentidos como propios a medida que la desconexión con las señales exteriores se dilataba en el tiempo, parecía que su ser biónico tenía una necesidad intrínseca ligada a su naturaleza primigenia para recibir estímulos. Aunque la desconexión no era absoluta del todo, múltiples interfaces bioeléctricos conectados a sus tejidos y sistema nervioso usaban el cuerpo de Gabriel a modo de antena para detectar las señales exteriores que le atravesaban en todas las frecuencias y longitudes de onda. Así que ella podía todavía, de una manera bastante básica “sentirlas” y “analizarlas” con un post proceso muy limitado a causa de su modo “Silencioso”. No era mucho, pero suficiente para detectar el increíble número de dispositivos electrónicos que le rodeaban tanto ocultos como a simple vista. Eran fáciles de distinguir, a más seguridad o posible hostilidad en estos equipos, la señal era más débil. Las ondas, se propagaban por el aire a frecuencias más altas o bajas de lo que lo hacían las de dispositivos normales, cómo los de un coche o un dispensador de bebidas. Además, con un nivel de encriptación más complejo que ella casi podía interpretar físicamente como descargas eléctricas o alfileres clavándose en su mente, como ocurriría en la realidad cuando un aguijón hostil y metálico nos penetra, perforando sin problemas nuestra delicada piel. Así, las señales de los ingenios de seguridad más peligrosos como sistemas guiados de armas, IAs de combate, contramedidas anti ataques químicos, bacteriológicos o agresiones terroristas penetraban en su mente cuántica “pinchando” sus sistemas, intentado que hiciera un movimiento en falso, un quejido, algo que la delatara. *** Gabriel entró en el local, un atento conserje de guardarropía se dirigió amablemente hacia él haciendo gala de un ademán muy cortes para intentar recoger su abrigo, aunque nunca le había visto, se dirigió por su nombre y como si le conociese de toda la vida, gesto claro destinado a que supiese que ya habían sido informados de su llegada y era bienvenido: -Buenas noches señor Evals, la señorita Volkóva le espera desde hace unos minutos en la zona exclusiva. Si me permite el abrigo… - En aquel lugar nada era casual, incluso definir a Katia como soltera era un claro guiño a la confidencialidad que garantizaba aquel lugar, certificado por el comité de garantías sanitarias como 100% libre de cámaras, dispositivos de grabación y otros medios de espionaje terrorista . Gabriel siguió al amable recepcionista embutido en un impecable traje negro de corte Armani de los 60 del siglo pasado, tejido eso sí, en grafeno de calidad militar para blindarlo y ocultar las innumerables armas que su cuerpo integraba. Adentrados 50 metros se podía ya distinguir con claridad los agradables acordes del cuarteto resonando armoniosamente en una estructura arquitectónica diseñada al milímetro para una acústica perfecta. El recepcionista se detuvo justo ante una delgada cenefa roja grabada con cobalto en el suelo. Era lo máximo que él podía adentrarse en el comedor, pero no tuvieron que esperar. Según sus pasos le acercaban sincronizadamente a la marca, una bella maître de impecable traje azul oscuro con raya diplomática y pelo largo de color rojo intenso se aproximaba por el otro lado de la línea para recoger el testigo. -Buenas noches señor Evals, soy Marcela, su encargada de sala personal. Es un placer tenerle en nuestro restaurante, durante toda la velada estaré pendiente de que se sientan lo más cómodamente posible y disfruten al máximo de su cena. Cualquier cosa que necesiten, insisto, cualquier cosa, por favor no tienen más que avisarme. – Con un gesto calculado y teatral le ofreció la silla al llegar. -Señorita Volkóva, señor Evals. ¿Desean tomar algo durante la espera? ¿Otro Romanée Conti 2003 quizás? - Haciendo referencia a la copa ya medio vacía de Katia. -Si, por favor. Y traiga otra para el caballero. –El gesto de no consultar con él, casi automático y deliberado era uno de esos constantes detalles del juego de control que el aceptaba a regañadientes. Aunque sin tener ni idea de lo que estaba pidiendo, intuía que iba a ser mucho mejor que los brebajes que solía tragarse. -Inmediatamente, señorita Volkova. Según se giraba la asistente ofreció una rápida mirada de complicidad con Katia, apenas unas décimas de segundo, pero unos instantes donde en ambas podía adivinarse que comprendían el juego. Casi podría decirse que se miraban como si se rieran del propio Gabriel, un desgraciado ingenuo que había llegado sin poder remediarlo, a la guarida de su cazador. Aquello tampoco paso inadvertido para Mia, que pudo sentir perfectamente el influjo de Katia sobre él. Aquí el era la parte débil, el que dependía irremediablemente del otro. Verlo incómodo, nervioso y casi humillado por aquella mujer fuerte y segura le divertía… podría decirse que casi le gustaba. -Para variar llegas tarde, pero tranquilo ya he pedido para los dos un venado con matsutake y queso brie de trufa negra que no está nada mal. - Mientras, acariciaba suave y con discreción la mano de Gabriel con una de sus largas uñas nacaradas en negro, como un estilete practicando una precisa incisión. -¿Sabes realmente porque he pedido ese plato?, no es porque este delicioso, que lo está. Si no porque es venado de caza, no carne cultivada. Y para que tú y yo podamos disfrutar del sabor de la libertad esta noche, algún paleto estúpido se ha jugado la vida.- Gabriel la entendía perfectamente. La caza furtiva de animales salvajes estaba castigada desde hacía 8 años con la pena de muerte en juicio sumarísimo por vulnerar otra de esas leyes de nombre ponposo que últimamente se aprobaban tan alegremente: la ley patriótica de protección de los recursos vitales de la ciudadanía. Como decía Katia irónicamente: cada vez que a una nueva ley le ponían la etiqueta de patriota era porque la industria de la munición necesitaba otra razón para gastar los excedentes a punto de caducar. Así que en estos restaurantes tan selectos podías comer con la más absoluta discreción cualquier cosa que pudieses desear. Había más delitos acumulados en una docena de platos de aquel restaurante que en una calurosa noche de luna llena en todo el barrio chino. -Sinceramente, yo me hubiese conformado con una pizza, pero ya que estoy lo probaré, nunca sabes que te va a sorprender.- Sonrió El tono cínico y despreocupado era todo lo que podía hacer en aquel momento para esconder su nerviosismo, mientras ella le escrutaba con la mirada. Una mirada, que por cierto él sabía que había mejorado con visión nocturna y la amplificación de todo el espectro de ondas, incluido los infrarrojos, lo cual le preocupaba especialmente si Katia llegaba a bajar la mirada por debajo de la altura de la mesa. -Si te soy sincero no sé cómo puedes estar tan tranquila, mira, hablando de paletos idiotas, si tu marido se entera que estas aquí conmigo igual mañana tu y yo somos la especialidad del día, seguro que con una manzanita en la boca y bien doraditos debemos estar de rechupete para esta gente.- Y era cierto el temor de que su marido les pillara no era una tontería. -¿Porqué? ¿Qué tiene de malo cenar con un viejo amigo? Además, sería de muy mal gusto por su parte esa falta de confianza hacía su amantísima mujer y vulnerar mi sistema anti-seguimiento “Black Stealth”…con lo que me ha costado. Luego mirando hacía la copa y agitando suavemente el líquido se lo acercó a los labios para pronunciar en un tono especialmente bajo: -Sobre todo muy estúpido, contando que llevo su cuenta criptografiada con la contabilidad “B” y alguna cosita más.-Si no fuese porque sabía con certeza que era vino, Gabriel hubiese jurado que era la sangre de su marido lo que flotaba en la copa y contemplar cómo ella lo bebía lentamente, envolviendo el cristal con sus carnosos labios y saboreándolo lo estaba haciendo ponerse a sudar. Mientras Mia, observa los acontecimientos. Por primera vez desde que estaba en el cerebro de aquel tipo no se sentía incómoda por estar desconectada, escondida en el fondo de su mente, contemplaba la embarazosa escena de confesiones desde una oscura ventana, el anonimato le tranquilizaba. Sin embargo poco a poco las constantes vitales de aquel hombre se estaban disparando y un manantial de sustancias estaban bañando su torrente sanguíneo desde sus órganos a punto de explotar, filtrándose lentamente en los biocircuitos de Mia. De alguna manera ella estaba comenzando a sentir también esa “incomodidad química” con la que él estaba inundando su sangre. -Mientras te esperaba me he entretenido intentando averiguar porque te has puesto a trabajar como investigador para Kobain-Suzuka, si han aumentado la plantilla solo puede ser por una razón: Están buscando algún “ilegal” muy especial y escurridizo. ¿Verdad? , y tú, está claro que no has dejado el trabajo en la aseguradora porque te aburres con el papeleo. -No quiero volver a hablar de aquella familia y ya sé que no tuve la culpa de que el marido intentara hacer aquella tontería. Pero que no sea culpable no quiere decir que no tuviera alguna responsabilidad. De todas maneras no tiene nada que ver.- Mintió nervioso. -Está bien Gabi, tampoco a mí me apetece hablar de eso, además no estoy aquí para hacerte de confesor y ya eres mayorcito para cargar con tus fantasmas sin ayuda de nadie. Solamente te digo que vayas con cuidado, si te crees que los tipos de la aseguradora eran unos miserables te van a parecer adorables abuelitas comparados con estos tipos. Desde luego Gabriel pensaba que estaba claro que a Katia, detrás de su aparente frialdad, realmente algo si le preocupaba, pero también que no era la clase de mujer dispuesta a arruinar su vida salvando a un perdedor nato como él. Por otro lado Kobain-Suzuka era una gran multinacional con más poder que la mayor parte de los gobiernos del mundo, entre otros negocios suministraban tecnología, maquinaria, productos químicos y fertilizantes para las plantas de generación de oxígeno, como la que prácticamente dirigía Katia en aquella corrupta ciudad. Por supuesto todos los contratos estaban inflados y los precios fuera de mercado ofrecían a la corporación multinacional, que tributaba sus impuestos en la sumergida Nueva Irlanda Unificada, unos beneficios obscenamente desorbitados. Tras la completa deforestación de los bosques del planeta, la necesidad de producir aire artificialmente era algo esencial para las naciones de todo el mundo, considerando por artificial, gigantescas naves de cultivos hidropónicos genéticamente modificados para producir oxígeno aprovechando un proceso acelerado de fotosíntesis. Era un negocio multimillonario por el cual el 2% de todos los impuestos recaudados se destinaba al mantenimiento de estas plantas de producción de “aire limpio”. Era un negocio tan rentable que las empresas encargadas del mantenimiento de las prisiones se pasaron a toda velocidad al negocio del aire. Y bueno, respeto al asunto de la población carcelaria, se resolvió rápidamente con el aumento de las causas de pena de muerte y la desgraciada aparición de un brote viral muy virulento que por suerte solo afectó a las poblaciones reclusas y de algunos barrios pobres de América, África e India. Pero desde hacía unos cinco años la corporación Kobain-Suzuka había conseguido el sistema más rentable de producción de oxígeno gracias a la tecnología obtenida por la “colaboración” de unos ilegales que mantenían retenidos en los confines de la ISS una antigua estación espacial orbitando alrededor de la tierra abandonada por la falta de recursos de la ESA tras la disolución de la Comunidad Europea y que Kobain-Suzuka había comprado a precio de saldo. En mitad del espacio las leyes y los derechos flotaban en la ingravidez. Gabriel era un perdedor pero no tonto, sabía cómo funcionaba el mundo, no era perfecto, pero al menos aquellos tipos vivían de fabricar algo y seamos sinceros, sin ellos y su tecnología probablemente ahora todos estarían muertos. -Gabriel, ¿Qué estás pensando? Vamos, ¿Te ofende mi franqueza a estas alturas? - Interrumpió Katia -En absoluto, ¿Qué más sabes sobre los planes de KS? Katia se quitó disimuladamente el zapato de aguja negro y lentamente comenzó a recorrer el interior de su pantorrilla en dirección ascendente, pero sin inmutarse, con la seriedad de un jugador de póquer o un negociador de rehenes le continuó hablando. -Desde luego sé algo más, pero ya sabes que en la vida todo tiene un precio. ¿Tienes algo que ofrecerme hombre pobre? Mia desde su rincón en la oscuridad presenciaba la escena, cada vez más inquieta, una extraña sensación de arder y estar flotando recorría su mente. Pese a ser un ente sin cuerpo físico, el sistema de RV le había mantenido en un estado de inconsciente corporeidad gracias a la sala de autopresencia, la conexión con el sistema neural de Grabriel y la conexión al sistema de redes. En todo momento, ese sistema equilibraba su psique desde que salió del laboratorio. Pero ahora se sentía como inerte, nerviosa y sudando, aunque sabía perfectamente que ella ahora no podía sudar. Como tener la sensación de no poder respirar pero a su vez verse obligada a contener el aliento. Por alguna razón ella sospechaba lo que realmente le ocurría. -¿No te basta con que ayude a mejorar la decoración de este lugar con mi exótica presencia y mi interesante conversación? -Quizás no, me temo que no eres un gran orador -Vale, pero quizá si me tiras unos cacahuetes, igual me pongo un gorrito, salto encima de la mesa y me pongo a bailar… las mujeres que han lo han visto,- y no es por presumir-, dicen que sé hacer unas cuantas piruetas y que puedo aguantar varios canciones amenizando oscuros locales ¿Es suficiente? -Quizás, eso ya suena mejor… veras, hace tres meses se detectó una leve onda gravitacional en los bordes de nuestra brana, cerca de la planta química abandonada de Exxon, el soplo desde la Agencia Internacional de Supervisión de Altereciones Espacio Temporales llegó al grupo especial de caza ilegales de Kobain-Suzuka media hora antes que a las autoridades. -Nada que no hayan hecho miles de veces, si quieres ver mi coreografía tendrás que soltar algún cacahuete más. -Calla y escucha, no seas impaciente. El equipo se presentó en las coordenadas, parecía una operación rutinaria de interceptación de ilegales, ya sabes, se los llevan a una base secreta, los interrogan para descubrir si son unos palurdos interdimensionales o si saben algo interesante. Si son unos zoquetes los entregan al gobierno que se encargará de mantenerlos en algún campo de refugiados y si tiene algo que ofrecer los mandan a la ISS, allí o hablan todo lo que saben o los devuelven a la inmensidad del espacio, fin de la historia.- Pasaron varios segundos de silencio, ella le miraba fijamente a los ojos mientras su pierna ya había alcanzado una posición bastante recta y el comprobaba la increíble flexibilidad de los dedos del pie de Katia. -Aunque aquella vez pasó algo realmente extraño, cuando la Unidad Especial de Fronteras llego a lugar de las coordenadas, los tipos de la KS estaban todos muertos y quemados. Esos tíos no son novatos, casi todos son antiguos militares y policías armados con toda la tecnología alienígena ilegal que te puedas imaginar, pero no se salvó ni uno. -Sigues sin conseguir que el monito salga a saltar y toque los platillos. Desde que aparecieron los portales nos han llegado algunos seres con pocas pulgas, mala suerte. No creo que nadie vaya a derramar una lágrima por esos tipos. -Oh, yo creo que sí que va a bailar el monito esta noche… Cuando la policía forense estudió los restos de la carnicería encontró en los sistemas de grabación cinco segundos aún intactos y adivina que se ve: un pequeño agujero de gusano de clase 4 y justo delante una adolescente blanca de pelo morado y unos 16 o 17 años vestida como para ir al bar con sus amigos, arrodillada y llorando a moco tendido.- Ahora sí que había captado el interés de Gabriel, tenía una vaga idea de quien estaba hablando pero por desgracia no quedaba suficiente sangre en su cerebro en aquellos momentos para procesar la información. -Tú ganas, Katia ya sabes cuánto me gustan los cacahuetes. Se acerco la mano al cuello y con un leve gesto se aflojo la corbata sin dejar de mirarla.- Tras decir esto Katerina se incorporó rápidamente. Justo en ese momento estaba llegando la maître junto a un camarero que arrastraba una mesita de acero inoxidable con una gran bandeja.- Si, me permiten- Con un acto ceremonial milimétricamente medido el camarero, orgulloso, levanto la tapa exponiendo la exquisita vianda. Katerina sin levantar la mirada de Gabriel pero ya en una perfecta compostura amablemente dijo: -Tiene un aspecto delicioso Marcela, felicita al Chef de mi parte, ha vuelto a superarse. Pero me temo que debemos partir ahora mismo para llegar a tiempo con un compromiso circense. Por cierto, serias tan amable de decirme la hora. -Por supuesto, como usted desee. Son las nueve y cuarenta y cinco minutos.- Contestó sin inmutarse lo más mínimo, como si abandonar el restaurante justo cuando se va a servir uno de los platos más magníficos de la historia de la gastronomía fuese tan normal como matar una mosca. -Una última cosa Marcela, por favor. Hemos estado cenando hasta las diez y cincuenta. De postre he tomado unas cerezas en brandy Luis XII y el caballero unas delicias de mango con chocolate puro. Cárgalo en mi cuenta y pon un 15% más en la propina, hoy el Chef ha hecho un trabajo excelente. – Mia comprendió rápidamente que aquella mujer nunca no dejaba cabos sueltos y sabía controlar una situación. A cada segundo que pasaba su arrogante voluntad para tomar lo que quisiera cada vez le gustaba más, por mucho que eso contradecía su concepto de lo correcto. -Como desee, ¿Llamo a su limusina? -Gracias, te lo agradecería mucho- las dos mujeres con una ligera sonrisa de complicidad celebraban la captura de la presa. En tan solo unos minutos la limusina se detuvo en la puerta, había comenzado a llover de nuevo a mares. El agua caía rabiosa, frenética. Sin mediar palabra Gabriel se apresuro a abrir la puerta blindada de la gigantesca limusina negra. Un gesto realmente innecesario de desfasada caballerosidad en aquellas máquinas con apertura automatizada. Gabriel se quedo en la lluvia con la puerta abierta, pero ella camino hacia el coche muy lentamente, empapándose también, el agua comenzaba a marcar sus cuerpos. Ella se quedo delante de él, mirándole bajo la lluvia, sin inmutarse y con una mano agarro la punta de su corbata y lentamente estiro de ella mientras hacía ademán de entrar en la limusina. -Vamos a ver si los cacahuetes han valido la pena. La puerta de la limusina negra se cerró y en silencio comenzó a deslizarse entre la lluvia. © Belén Higueras – J.F. Alonso
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