Capítulo 9 - Rasgando el velo

​Las olas rompían en mil pedazos contra el espigón rociando su cuerpo con diminutos diamantes de bruma marina. El sol comenzaba a ocultarse cubriendo el cielo de hermosas luces violáceas mientras un mar color azabache bramaba sin descanso extasiando sus sentidos. 

​Pese a los rugidos del mar todo parecía en calma en aquella extraña atmósfera, hasta que un desagradable sabor férreo invadió su boca al lamerse el labio inferior. Solo necesitó alzar un poco sus manos para descubrir que una fina y densa capa de sangre fluía lentamente por su pálida piel. Los músculos de su cuerpo, al igual que los sentidos, quedaron yertos ante aquella estremecedora imagen.  En un instante, solo alcanzó a oír el ritmo creciente de los latidos del corazón mientras un miedo atroz paralizaba todo su ser.
 
- Tranquilícese Señorita, está en el hospital – dijo una cálida y dulce voz femenina despertándola del delirio
 
 – Me alegro de que por fin esté con nosotros, lleva más de dos semanas en coma y no sabemos ni su nombre – continuó hablando mientras la entumecida visión de Mia intentaba acostumbrarse de nuevo a una luz que le taladraba las córneas.
 
- Déjeme avisar al médico.- Y sin más, la chica salió de la habitación y esta quedo en silencio, tan solo unos suaves pitidos de monitorización y lo que parecía el rumor de un sistema de respiración asistida llenaban el espacio vacío.
 
Cada vez estaba más asustada, apenas podía mantener los parpados abiertos el tiempo suficiente sin que los haces de luz le acuchillaran, pero necesitaba hacer una reconstrucción fiel en su mente del lugar en el que se hallaba. No daba crédito a lo que veía.  Se encontraba completamente rodeada de equipos conectados a su cuerpo a través de lo que parecían catéteres, electrodos autoadhesivos y un sistema de respiración mecánica conectado por un tubo endotraqueal. El sofisticado equipo de soporte vital y monitorización, con el tenue y rítmico sonido procedente de un capnógrafo con pulsómetro advertía sin cesar a su cabeza que algo muy malo había sucedido.
 
Su cuerpo exteriormente no reaccionaba, pero en su interior una ansiedad creciente tomaba el control de su mente. ¿Qué hacía en un hospital? Por más que intentaba buscar en sus recuerdos el motivo por el que se hallaba en aquella situación no encontraba respuestas, todo en su memoria parecía estar cubierto por un opaco velo negro.
 
Justo cuando la angustia ante su estado estaba a punto de conducirla a un ataque de pánico, un hombre alto de espeso pelo y barba canosa entró en la habitación. Vestía una impecable bata blanca estilo Mao y en su pecho portaba una tarjeta de identificación con el característico escudo del hospital regentado por la  compañía Cobain-Suzuka. Junto a él se encontraba la enfermera de la dulce voz, por fin sus ojos le permitían ponerle rostro.
 
La chica parecía realmente joven, aunque a día de hoy cualquier mujer de unos cincuenta años podía lucir como toda una lolita gracias a las avanzadas técnicas de estética, y este tipo de instituciones sanitarias eran conocidas por alentar, por decirlo de alguna manera, a que su personal luciera sus últimas novedades a modo de maniquís vivientes.
 
- Realmente estábamos ya perdiendo la esperanza de que despertara antes de la fecha de desconexión Señorita - dijo el doctor con una expresión de preocupación en su rostro mientras se acercaba al costado de la cama.
 
-Soy el doctor Udo Alba, responsable de la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Cobain-Suzuka y he estado dirigiendo su caso en estos últimos 19 días desde que la encontraron tirada en las inmediaciones de este hospital en estado muy crítico, realmente ha sido un verdadero milagro que sobreviviera con tales traumatismos y daños internos. ¿Cómo se llama?, ¿Sabe donde se encuentra?, ¿Se acuerda de cómo llegó aquí o quién la trajo?
 
- Mía Mayer – respondió con un vago hilo de voz ronca, fruto tanto de la sequedad de su boca como de las dudas que le embargaban sobre sí misma – No entiendo que hago aquí…todo parece un mal sueño – contestó con gran esfuerzo – Mis músculos no responde ¿Qué me pasa doctor?
 
- Señorita Mía, la noche del 23 de Octubre llegó con severos traumatismos, parece que se han ensañado con usted, ha sufrido una grave agresión y desconocemos las causas. Los equipos que la rodean son los encargados de mantenerla con vida, su cuerpo está tan dañado que actualmente es incapaz de subsistir sin ellos.
 
- Pero, lo más alarmante es… -se detuvo un momento, confuso tanto por la gravedad del diagnostico como por las propias dudas acerca de lo que realmente sucedía. -
 
 -Verá señorita, también sufre algún tipo de radiotoxemia, es decir se ha visto expuesta a alguna fuente radioactiva de alta intensidad durante un periodo fatal que ha terminado dañando su ADN de forma irreversible. Por alguna afortunada razón, su cabeza no se vio afectada, lo que le permite ahora encontrarse relativamente bien, pero me temo que con el paso de los días los procesos de mutación acabarán destruyendo todas y cada una de las células de su organismo de manera irreversible.- De nuevo se detuvo y  con la mirada puesta en el infinito, intrigado continuó.
 
- Incluso, por muy extraño que parezca,  no conseguimos dar con sus datos personales debido a que su ADN está muy dañado. En toda mi carrera profesional jamás había visto una afectación tan severa, incluso el material genético de su cabeza está seriamente mutado, aunque creemos que ha sido sometida a algún proceso de edición y parcheado génico de emergencia que le ha permitido vivir hasta el momento.
 
El rostro de mía se tornaba más pálido y asustado por momentos al escuchar las palabras del doctor, el cual, consciente de la situación, tomo el valor para mirarla y cogiéndole con delicadeza la mano derecha se dirigió ahora con un tono más animado, que delataba la incapacidad del especialista para la interpretación.
 
-¡Pero no se preocupe! Por suerte la estructura quimio-eléctrica de su cerebro está prácticamente intacta, por lo que podemos transferirla a un SNANC, es decir un soporte de neuronas artificiales nano-quánticas, o dicho de una manera que pueda entenderme, un cerebro artificial que luego podemos implantar en un cuerpo cultivado si conseguimos aislar células sanas en su cuerpo… o podemos diseñarle otro nuevo y más hermoso, aunque usted es, si me lo permite una auténtica belleza. – Obviamente se reflejó en los ojos de Mia que el forzado piropo no le había hecho maldita gracia y rápidamente el doctor Alba lo notó, sintiéndose ridículo por un instante y regresando a un tono más neutro.
 
Se detuvo para tomar aire. Ahora llegaba la parte más delicada, las malas noticias. O mejor dicho, las peores.
 
- El principal problema en este momento, es la actual Ley de Protección Universal del Capital Privado para el Bienestar del Ciudadano que nos obliga a retirar el soporte vital si usted no dispone de un seguro que se haga cargo del elevado coste que supone el trasvase de su conciencia a un sistema artificial… ¡pero tranquila estoy seguro que una señorita tan apuesta como usted dispone de un fantástico seguro!- Otra vez sus patéticas dotes teatrales salían a relucir.
 
- Hasta ahora, no pudimos localizarla a través de su material genético, estamos intentando recomponerlo escaneando miles de muestras de sus células con nuestro ordenador central de superprocesamiento cuántico, pero nos está resultando muy difícil, es verdaderamente extraño… es como si hubiera estado expuesta a una fuente de varios miles de mSV, alterando de forma descontrolada las moléculas de sus organismo, como si hubieran jugado de manera selectiva y caprichosa con su ADN.-
 
No podía evitar sentir un escalofrío al decir las palabras, sin duda Mia vista desde un microscopio era el ser humano más condenado a morir de forma espantosa que jamás había conocido. En unos días todos sus órganos, la piel, los músculos y cada una de sus células comenzarían literalmente a licuarse, sangraría por cada orificio y poro de su piel hasta quedar reducida a un amasijo de carne a causa de la radiación. Su ADN estaba destruido a conciencia, casi se podría decir que radiación inteligente había estado jugando a diseñar la muerte más espantosa posible.
 
-Por favor señorita Mia, ¿Podría hacer un esfuerzo y recordar algún dato más que nos ayude a identificarla y localizar su seguro? , Quizás el nombre de un pariente, donde vive, a que se dedica…
 
-¡Soy periodista!, Soy perio…. – Algo se iluminó en la mente de Mia  mientras el sonido de alarma del sistema de monitorización comenzaba a sonar estridentemente alertando de la inminente pérdida de consciencia de mía, que volvió a quedar atrapada por aquel infranqueable velo negro.

​© Belén Higueras – J.F. Alonso