En 1997 Vincenzo Natali creaba con Cube la 1era pieza de culto de las Death Game Movies y ahora los creadores coreanos -una vez más- han revitalizado el género con un prisma social en El juego del calamar. Hoy paseo por la mayoría de edad de un género. Aviso, creo que será un texto un tanto sangriento Antes que nada quiero dejar claro que no existe una nítida línea delimitadora entre las Death Game Movies, las Horror Survival Movies o las simplemente Survival Movies pero creo que con este texto aportaré un poco de claridad al debate (o quizás no, lo empeore) Veréis, El juego del calamar ha resultado un éxito porque mi más que respetado cine coreano (siempre lo elogio) ha sabido conjugar una ácida crítica social con la diversión más pura en un género duro y violento para hacer frente a la anquilosada y repetitiva industria occidental. Las películas y series de “juegos de muerte” hasta hace poco estaban encaminadas a un público juvenil o con una violencia gratuita que carecía de componentes reflexivos (lo cual, a veces si sabemos distinguir el discurso, poseemos la madurez necesaria y queremos pasar solo un buen rato tampoco es malo) Puede que pienses que es un género relativamente nuevo pero te sorprendería saber que la 1era película: The Most Dangerous Game se remonta a 1932, co-dirigida por Irving Pichel y Ernest B. Schoedsack adaptaba a su vez una novela del mismo nombre de Richard Connell de 1924. Un dato cuanto menos curioso: The Most Dangerous Game se rodó durante la noche a la vez que se rodaba King Kong, pues El equipo de producción incluyó a Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper codirectores de King Kong, estrenándola unos meses antes que las aventuras del simio gigante en 1933. La idea de base en la novela de 1924 y la cinta de 1932 es la habitual que nos tienen habituados: un barco es engañado para que encalle en una isla donde un tipo rico y malvado disfruta de la caza de humanos. Pero en aquella época, ni Fay Wray animó al público a las salas. Más de una década después, el gran Robert Wise dirigió de nuevo otras versión de este peculiar “survival”: A game of death (1945) pero de nuevo, el incómodo planteamiento de alguien poderoso jugando con nuestras vidas no encajó con el incrédulo público de la época. Pese a todo las versiones se sucedieron en la serie B -Tenemos por ejemplo de la propia RKO: Run for the Sun (Roy Boulting, 1956) el enésimo remake sin nada que aportar a la obra de Richard Connell excepto el “tecnicolor”. Desde entonces el género no ha parado de generar versiones. En esencia son cintas que pese al planteamiento no dejan de ser la típica historia insustancial de aventuras donde el héroe en peligro salva a la chica en apuros a su vez que el pellejo. Deberemos esperar al fin de la censura en los grandes estudios, la guerra del Vietnam y un profundo sentido de crítica al poder y la capacidad de manipulación en los medios de comunicación para que llegase Rollerball (Norman Jewison, 1975) Rollerball nos presenta una sociedad idiotizada delante de un televisor donde disfrutan de un sanguinario deporte y se nos muestra con claridad la capacidad de las empresas para manipular a las personas en los medios de comunicación. El valiente guión con el discurso de un ejecutivo a un deportista para forzar su jubilación explicando los beneficios de la sociedad dirigida por empresas y la importancia de respetar las decisiones ejecutivas, sean cuales fueren, visto con perspectiva resulta impensable hoy en día. Aun y con estás el género “Death Game Movies” no cuajaba y todavía necesita algo realmente espectacular pero con un trasfondo interesante que la gente pudiese identificar como tal. Casi lo consigue con la película de culto de Arnold Schwarzenegger: The Running Man (Paul Michael Glaser, 1987) La cinta es una adaptación bastante libre de una obra de Stephen King de 1982 y rodada con un estilo bastante casposo para la época fue un pequeño bache en la meteórica carrera del musculoso actor. Sin embargo es una de sus películas que mejor ha envejecido junto a Conan porque a diferencia de lo que esperaba el público: acción desenfrenada y descerebrada, la película de nuevo plantea incómodas preguntas sobre los medios de comunicación, el poder y la justicia. No determinaré si la película fue un plagio de la francesa Le prix du danger (1983) no lo podría afirmar o negar, aunque esta resulta insípida (ya sabéis, ese puntito insoportablemente lento del cine galo) y desde luego no aporta la aguda crítica social que vemos en la versión de Glaser. Los años pasaron y nada cuajaba hasta que en 1997 Vincenzo Natali con CUBE destrozaba por fin todos los moldes con apenas presupuesto pero un planteamiento claustrofóbico y terrorífico que no dejaba lugar para la indiferencia gracias a las impactante escena inicial. Aquella icónica escena de la cabeza fragmentada en perfectos cubos en menos de un décima de segundo nos transportaba a un nuevo estado del terror, donde el entorno, el desconocimiento, todo y todos los que nos rodeaban suponía un peligro. Tan solo salas blancas iluminadas, aparentemente iguales si no fuera porque albergaban formas espantosas de morir en sus mecanismos y unas personas incapaces de determinar donde estaban o porqué habían llegado allí. A partir de ese momento se establece un nuevo reto al espectador que deberá comprender los intrincados (y a veces matemáticos) razonamientos de sus protagonistas que disponen de un tiempo limitado para salvar sus vidas con tan solo el poder de su mente. El tiempo en contra, las incógnitas, las muertes y las traiciones van haciendo mella en la psique de los protagonistas y el espectador que contempla esta obra seminal de los #escaperoom y la supervivencia. La obra de Natali era casi la última pieza que faltaba para desarrollar el género ¿Cómo? Obviando las respuestas al planteamiento inicial. El secreto radica en no contarnos que ocurre, pues la clave para sobrevivir es entender que está ocurriendo aunque todo parezca absurdo. Esa pieza que faltaba la aportará Battle Royale (Kinji Fukasaku, 2000) el modelo es casi idéntico, solo que rompemos la regla “Canis caninam non est", es decir a matarse todos contra todos en una isla! Y si son adolescentes pues aún más cruel y despiadado! De nuevo se acude al arquetipo usado desde los años 70 del “control social”, el circo de las masas, etc. Pero esta vez la fórmula, más visceral y salvaje aporta nuevos ingredientes sobre la percepción de la violencia en los jóvenes o el individualismo. La cinta es una escenificación del fracaso del estado en la educación de futuras generaciones, incapaz de evitar que sus jóvenes se comporten exactamente igual que la sociedad adulta que los ha criado los “regula” con lo único que sabe hacer: imponer violencia. Battle Royale no resulta incómoda tanto por las escenas de acción y brutalidad si no por ser espejo de una sociedad que evoluciona hacia una deshumanización de la juventud y una aceptación por parte de esta de que la educación y el sentido común han perdido la batalla. Ahora, con todas las bases sentadas las combinaciones en el género Death Game Movies se sucedieron mezclándose a su vez con las aventuras y el survival de todas las maneras posibles dando lugar a infinidad de subproductos de violencia y calidad más que cuestionable. En el terror más puro podemos destacar la retorcida saga SAW mezcla de géneros, pero tan bien entretejidos que ella misma se ha transformado en un “subgénero” dentro del terror y el cine negro (James Wan, 2005) La saga es un fantástico y macabro cruce de géneros donde se entremezcla sobre todo el Death Game con el Escape room en una trama de fondo de más típico cine negro. Pero ¿Qué la hace especial? Su drástica reflexión sobre el castigo, el perdón y la redención. En la cinta de Jame Wan una vez más la crítica al proceso judicial aflora con una pregunta terrible. Si un acto ilegal y malvado queda impune ¿Tenemos derecho a ejercer la justicia por nuestra cuenta si el objeto del final del castigo es la redención del malhechor? Las cintas -según qué parte- hablemos contestan a la pregunta en una dirección un otra pero en la propia ambigüedad de la respuesta notamos un desprecio y crítica hacia un sistema judicial con agujeros por todas partes, fácilmente identificable por un espectador de cualquier lugar. Con los años la saga se ha ido “suavizando” para acercarla a un público menos “sensible” y ha eliminado casi su “alma” Hitch muestra aquí su particular visión del reboot, que confirma la transformación de la franquicia en mero entretenimiento insustancial En 2013 el género recibe otra bocanada de aire fresco con La Purga (James DeMonaco, 2013) donde el planteamiento de Battle Royale se extiende a la antesala del Tea Party, la presidencia de Trump o el asalto al Capitolio con una visión de un gobierno neo-conservador ultra extrema. La idea es aterradora: durante 12 horas, el Estado abre la veda a que sus ciudadanos descarguen sus frustraciones y vuelque su tensión pudiendo cometer todo tipo de crímenes, incluso asesinatos, sin que haya repercusiones judiciales. El planteamiento de la purga y las sucesivas secuelas es interesante más allá del mero entretenimiento (es un espectáculo magnífico dentro de su género) y pone de relieve como en ausencia de justicia (sea la que sea) el más débil será siempre el más perjudicado. Las cintas de The Purgue nos hacen reflexionar sobre una necesidad no solo de justicia, sino de la necesidad de que los instrumentos para ejercerla sean igualitarios y proporcionales para no impedir un crecimiento del resentimiento y el malestar. Ver estas cintas y luego visionar un reportaje del asalto al Capitolio causa un incómodo sentimiento de terror y nos hace pensar si realmente el descontento generalizado puede llevarnos a dramas de incalculable magnitud. En un plano más sensiblero (sobre todo a nivel cinematográfico) Los juegos de hambre (Gary Gross, 2012) se adentra en este control del estado en un 1984 versión 2.1 con el acierto de hacerlo accesible a un público no deseo de continuas decapitaciones y desmembramientos. Suzanne Collins en la trilogía original muestra una distopía postapocalíptica que lleva Battle Royale a un entorno creíble donde justificar sociológicamente la aceptación por parte de la sociedad de un sistema capaz de sacrificar a adolescentes con tal crueldad. Así pues ¿Qué nexo común puede unir tan dispares películas? Sencillo, el deterioro de la calidad de vida, la pobreza, la ausencia de justicia y las calamidades nos llevan a que resulte sencillo aceptar cualquier mentira y justificar cualquier barbaridad. Pero ¿Y si no es necesario ya el engaño? Entonces llega la fantástica El juego del Calamar (Hwang Dong-hyuk, 2021) una nueva visión social que demuestra lo fácil que resulta romper la regla “Canis caninam non est” y lo sencillo que puede resultar para un poderoso hacer que nos matemos por dinero. Aquí las víctimas no son necesariamente malas personas que deben pagar por sus crímenes (que los hay y más de uno), aquí el mundo se divide entre quienes tienen el dinero (y por tanto el poder) y los que por una razón u otra además de no tener nada han contraído deudas. Ya no son obligados a ir al matadero a descuartizarse, eligen el camino libremente o casi: porque lo peor no es no tener nada, es estar tan endeudado que la desesperación te lleva a hacer lo que sea por dinero. Creo que por una vez coincido bastante con el Podcast de Amable Gago (pero que no sirva de precedente) respecto a su visión de la serie. Resulta difícil no coincidir ante el descarnado espectáculo de desesperación que nos ofrece la serie escapando de las fantasiosas historias occidentales. En El juego del calamanar los dramas pese a la lejanía geográfica son muy cercanos: adictos al juego, madres enfermas y ancianas que trabajan para sustentar a la familia, pobres desgraciados endeudados hasta las cejas, inmigrantes engañados, etc. Sin embargo un siglo después de la obra de Richard Conell una constante se repite: El poder juega con nosotros, con nuestras vidas, solo que ahora ya no es necesario que nos obligue a ir a una isla a matarnos entre nosotros, iremos solitos y de buen gusto a pagar nuestras deudas. Ahora bien si todo esta disertación no os ha complacido siempre os queda Alice in Borderland una de las mejores adaptaciones del género de supervivencia que hemos podido ver de un manga y en general para pasar un buen rato sin complicaciones. Pues aquí termina mi reflexión de hoy sobre las Death Game Movies pero no sería justo finalizar sin una buena lista de las cintas que han agrandado la base de datos de este macabro género. (Y es que en el fondo, desde el circo romano poco hemos avanzado) La lista es de la wikipedia y aunque, sinceramente hay algunas que no incluiría, si están todas las que son, incluyendo algunos subproductos infumables no aptos para un visionado que garantice nuestra integridad neuronal. Autor y Diseño gráfico: Nerea González - Mani González
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