Hoy es domingo, así que toca desconectar para adentrarme en los zombis y monstruos coreanos y su acercamiento sociológico a un apocalipsis donde Internet y la intoxicación en las comunicaciones son un actor más en sus originales guiones. Cuando Amable Gago me comentó que el podcast que haría esta semana iba de Train to Busan (2016) y su continuación: Península (2020) me di cuenta que no había mucho análisis de uno de los aspectos más interesantes en el audiovisual coreano de terror: la comunicación digital El género surcoreano de terror como tal nace tardío, posiblemente lo podemos fijar a mediados de los 90, si bien es la evolución de un cine ”desbloqueado” tras la presión de la dictadura militar que subyuga al país desde la división de las dos coreas por el paralelo 38 hasta las primeras elecciones democráticas de 1987, tras la indignación sucesiva de la población por las masacres de la Universidad Nacional de Chonnam o el alzamiento de Gwangju. Hablamos de una sociedad que arrastró y arrastra fantasmas muy reales . Hablar de Corea del Sur es hablar de familias separadas, de una sociedad partida en dos con un hermano en el norte que probablemente sea la dictadura más terrible del mundo, es hablar de un país que tiene presente calamidades casi olvidadas en un occidente hasta hace poco acomodado. Al igual que el cine Japonés mezcla sus tradicionales historias de fantasmas con la tecnología sin el menor rubor, pues le resulta más fácil hablar de cintas de VHS asesinas que de mansiones góticas de Edgar Alan Poe ausentes en su cultura clásica. Casi ajenos a la compresión de la puesta en escena del terror clásico occidental, el cual les resulta bastante incomprensible rodeados de terrores “más tangibles” generan un miedo cercano, casi cotidiano que emana de su realidad social y sus problemas del día a día. Por supuesto absorben la cultura occidental en sus obras pero casi nunca se limitan a una burda adaptación a “la asiática” si no que la retuercen, dotándola de unos personajes y guiones cercanos a sus propios demonios como en The Piper (Kim Kwang-Tae, 2015) The Piper pese a sus raíces occidentales basadas en el cuento de El flautista de Hamelin, probablemente sea la mejor obra que se ha creado partiendo de este relato que mezcla con magistralidad la posguerra en Corea. Todo esto hace que el K-horror sea muy diferente del terror occidental en cuanto a la profundidad de sus personajes o las relaciones entre estos que provoca las situaciones excepcionales, haciendo que sus finales sean en muchas ocasiones aún más aterradores. Al igual que el terror de sus vecinos nipones, se enfoca mucho en lo psicológico, en lo que realmente nos perturba, en lo retorcido. Casi todas las historias giran en torno a las emociones y la presión social. La familia se llega a mostrar como la propia fuente del terror. Con facilidad los acontecimientos pueden alcanzar niveles de brutalidad inconmensurable, y vemos un énfasis superlativo en la venganza a través de la violencia, los personajes reflejan la presión de una sociedad presionada por los tabúes, el clasismo y una violencia que se palpa. Los personajes viven angustiados y perturbados, las tramas expresan con descaro problemas sociales, atacando el sistema educativo o denunciando la obsesión con la imagen pública. Parece que el zombi o monstruo de turno solo fuese una excusa para profundizar en sus traumas. El ejemplo más reciente lo tenemos en la estupenda “Estamos muertos” (Lee Jae-Gyu, Kim Nam-So 2022) donde la problemática del #bullying y sus consecuencias es mucho más aterradora que los propios zombis, con jóvenes capaces de dejar abandonados a sus compañeros en la muerte más atroz como venganza por las vejaciones sufridas mientras el equipo docente miraba hacia otro lado. O la visión desesperanzada hacia los acosadores, jóvenes de naturaleza débil e insegura avocados a la crueldad para reafirmar su sitio en un mundo que odian. “Estamos muertos” se califica como obra de terror, pero la acción, el humor, su aspecto social o el melodrama más puro sacado casi de una telenovela dotan a sus personajes de una humanidad que fuerza a sentirnos irremediablemente atraídos a sufrir por sus destinos. Esto es un elemento esencial del K-horror que contrasta frente al cine occidental de terror: las víctimas nos importan por brutal que sea la cinta, frente a un audiovisual foráneo donde nos da completamente igual el agredido y casi, casi, estamos deseando que reciba el “hachazo”. Y así llegamos al punto más interesante, su relación con la tecnología y en especial con la información e Internet, Estamos muertos aborda Internet y las comunicaciones desde el plano humano al político con una autopsia precisa para el que sabe mirar. Los jóvenes sufren al segundo la presión de las redes sociales, un video grabado a la fuerza puede suponer la desgracia para una joven que presupondrá no ser considerada la víctima en una sociedad deseosa de burlarse de cualquiera a la primera de cambio. Corea ha alcanzado un rápido nivel de desarrollo tecnológico que ha llevado a una sociedad hiperconectada y bombardeada por los medios de comunicación que han generado todo una cultura e identidad propia del espectáculo, reflejada en occidente sobre todo con en el K-pop Aquí entra “White: Melody of Death” (Kim Gok, Kim Sun, 2011) Aquí el mundo del K-pop no es tan glamuroso ni lleno de color como aparenta. Las empresas del entretenimiento perfeccionan a los jóvenes para que formen parte de grupos de ídolos a veces desde edades muy tempranas de 8 o 9 años y una disciplina militar, que lleva a tasas de suicidio escandalosas. Sin hablar del comportamiento de unos fans obsesivos y hasta crueles que deben recibir su “dosis” constante de contenidos para aplacar su ira. White: Melody of Death realiza así una parábola terrorífica sobre el deseo de éxito a toda costa y sus mortales consecuencias. No puedo evitar mencionar a su vecina nipona de animación: Perfect Blue (Satoshi Kon, 1997) aún mejor, una cinta imprescindible!! Pero lo más interesante del análisis que hace corea de la comunicación en su cine de terror es el estudio serio que plantea acerca de como las personas emplean Internet y las comunicaciones para informase sobre hechos excepcionales y aquí, el panorama es desolador. Tanto la serie “Estamos muertos” como las cintas de “Tren a Busan” coinciden con dos obras recientes que todavía no he mencionado en este aspecto: “ Hellbound “(Rumbo al infierno, Yeon Sang-ho, 2021) y Sweet Home (Lee Eung-bok, Jang Young-woo, 2020) El análisis de la utilidad de los medios en situaciones de crisis en estas cintas asiáticas se decanta hacía la ineficacia casi absoluta o lo que es peor la desinformación y la intoxicación informativa, algo que por desgracia estamos viviendo en la realidad estos días. Quizás es en “Estamos muertos” donde esta estupidez supina para desaprovechar los medios de comunicación digitales se ve más descarnadamente denunciada con los Youtubers descerebrados haciendo bromas con la epidemia o acuden al lugar como si fuese un espectáculo en directo. En “Hellbound” el análisis de la función de las redes sociales es aún más nefasto y trágicamente se confunde con el panorama de intoxicación actual, con esos youtubers que esparcen odio y violencia sin conocer ni por asomo la auténtica naturaleza del problema. El papel del estado y las empresas en estos dramas no es mucho más esperanzador, su capacidad para informar correctamente resulta futil, la responsabilidad y el encubrimiento están a la orden del día pero cuando todo empeora, la caída de Internet es el 1er paso. Llegados a este punto hay que aconsejar esa maravilla llamada El huésped (Bong Joon-ho, 2006) una crítica descarada al gobierno coreano, la contaminación y la presencia estadounidense en el país, con escena inicial basada en un hecho real un vertido contaminante por parte de funcionarios estadounidenses en Corea muy conocido por aquellas tierras. La cinta es trágica, graciosa y entrañable, te atrapa con sus personajes procedentes de una familia disfuncional y con pocos recursos que deberán afrontar por su cuenta rescatar a su hija de las manos del monstruo que la ha secuestrado. Homenaje indiscutible de lo que las personas ordinarias pueden hacer cuando todo falla y son abandonadas a su destino. Es aquí donde nacen los verdaderos héroes que la historia olvida. Pero lo más destacable desde un punto de vista de la comunicación en todas las obras mencionadas es que pese a disponer de información hasta la saturación de datos más extenuante se muestra completamente inútil a la hora de la verdad. Y lo que aún resulta peor, en caso de que las redes de información se desconecten (por voluntad del estado o de forma fortuita) el ciudadano queda reflejado como un ente “bloqueado”, como un animal atrapado en su casa, un tren o donde sea. Cuando la información y la presión social que nos bombardea alcanzan límites insostenibles entonces llegan los “hikikomori” personas solitarias –casi siempre jóvenes- que se abstraen completamente de la sociedad, aislados en sus cuartos. Y aquí corea nos trae una sorpresa la cinta Loner (Park Jae-shik2008) aquí Soo-na es una niña que lleva una vida normal con su tío hasta que su mejor amiga es víctima de bullying y acaba suicidándose. Devastada, quien era una niña prometedora, entrará en un estado de aislamiento terrorífico que puede leerse de una manera clara como lo que puede suponer realmente el aislamiento forzado o a causa de un hecho traumático: una de las situaciones más terroríficas y perturbadoras a las que nos podamos enfrentar. Como animales sociales pocos horrores son comparables a la soledad no deseada. Podría estar horas hablando de otras vertientes del terror Coreano como sus fantásticos cuentos y fábulas de horror donde analiza su sociedad de manera escandalosa pero que voy a dejar para una segunda parte por no extenderme más de la cuenta aunque os voy a dejar una lista esencial de cine de terror coreano en su vertiente más perturbadora para quienes queráis iniciaros o conocer también algunas cintas fuera de las que se mencionan habitualmente si ya sois más conocedores del género: Whispering Corridors, 1998 Phone 2002 The Vengeance Trilogy, 2002 – 2005 Dos hermanas, 2003 El maestro de las muñecas, 2004 El fantasma, 2004 Los zapatos rojos, 2005 El huésped, 2006 Bloody Reunion, 2006 Cenicienta, 2006 Hansel y Gretel , 2007 Epitafio, 2007 Death Bell, 2008 Loner, 2008 Thirst, 2009 El gato, 2011 Horror Stories, 2012 Doomsday Book, 2012 Killer Toon, 2013 Hide and Seek, 2013 The Piper, 2015 El extraño (Goksung, The Wailing) 2016 Seoul Station, 2016 Train to Busan, 2016 Mimic: voces del más allá, 2017 Gonjiam: Hospital maldito, 2018 Rampant, 2018 The Closet, 2020 Península, 2020 #Vivo, 2020 Autor y Diseño gráfico: Paloma Higueras / Mani González
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